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El carrito de la esperanza
El carrito de la esperanza
Nakary atendiendo a sus vecinas. Foto: Save the Children
Mayo 26, 2023
Comunicaciones VenEsperanza

En uno de los barrios de la periferia de Bogotá, las casas se alzan debajo de un sol radiante. Calles ruidosas, algunas sin asfaltar, niños y niñas correteando entre esas o sentados junto a sus madres en los escalones antes de acceder a sus casas. 

En medio de ese bullicio, se encuentra el carrito de empanadas de Nakari, una mujer venezolana de 34 años que llegó hace dos años a Colombia de la mano de sus cuatro hijos. 

2, 5, 9 y 10. Estas eran las edades de los cuatro peladoscuando llegaron. 

“El viaje fue terrible, por las trochas… cuando no dejaban circular ningún carro y estaba prohibido el paso hacia acá”, comenta ya más tranquila.

Viajaron con otras personas, a todas las conocieron por el camino en situación similar.  

Al llegar a la capital, después de tomar un bus desde Cúcuta, la recibió una amiga durante un mes. Luego esta amiga siguió su camino y Nakari tuvo que encontrar la manera de seguir adelante, viviendo en una sola habitación con sus cuatro hijos.

 

 

“¿Por qué salir de Venezuela? Por un bienestar y futuro para mis hijos”

 

 

El carrito de la esperanza

 

Llevando a su hijo a la escuela, Nakari vio un carro de empanadas y decidió comprarlo con la ayuda que le había proporcionado Save the Children a través del programa Venesperanza. 

Compró una pipeta de gas, harina, carne, pollo y fue a hablar con varias personas para que la aconsejaran. “Fue muy duro (durante) uno o dos meses, mientras la gente te conoce, mientras la gente prueba la sazón… y ahora ya tengo un año. Los primeros días todos los días llegaba con unas ganas de llorar a mi casa… porque a veces no se vendía nada. Yo me decía: si puedo; y entonces mi hijo un día me dijo: mami, hoy sí va a vender, hoy la gente va a probar las empanadas y sí va a vender, mami”. 

Y así fue, Nakari comenzó a vender sus empanadas y poco a poco fue ganándose la confianza y el gusto del barrio. Actualmente, tiene un carro mejor y más alimentos para ofrecer: “Ya tengo ahorita uno más grande, empecé con dos empanadas nada más, ahora ya tengo carne desmechada, pollo, pabellón, jamón con chorizo… y he adoptado parte de la comida que ellos (los vecinos colombianos) comen: las papas rellenas, los pasteles de yuca, los deditos, jugos naturales, tinto, perico, aromática…”.

 

Nakary, junto con su carrito, hablando con sus vecinas. Foto: Save the Children

 

Un día cualquiera

 

Nakari se levanta cada día a las 3 de la mañana, momento en el que termina de preparar sus guisos, además de hacer el pedido para una escuela, con quienes también trabaja actualmente. A las 6 o 7 de la mañana, saca “el puesto” y trabaja hasta las 11.30, cuando va a recoger a sus hijos al colegio. En ese momento, prepara el almuerzo de sus hijos y sigue preparando la comida para su negocio el día siguiente. 

“Son muchas cosas para mi sola. Nosotros vivimos del día a día, si yo no trabajo ¿quién me va a pagar arriendo, los servicios… quien me lleva a los hijos al colegio, los recoge o les cocina?, pregunta retóricamente.

 

“Mami, usted es mi superhéroe”
 

Nakari explica que lo que más la fortalece son sus hijos: “… que ellos en la mañana me digan: “mami, usted es mi superhéroe, porque a pesar de que la cosa está dura, nosotros hemos sufrido… (…) pero estamos aquí, y si nosotros no estuviéramos aquí ¿Cómo estaríamos en Venezuela?”. 

Además, también la reconfortan las palabras de sus vecinas. Nakari explica lo que le dijo un día una de ellas: “Tranquila maracucha, no te des por vencida, que aquí lo que va a hablar tuyo es tu esfuerzo, tu constancia, tu lucha por tus hijos, que son los que te dan la fuerza de seguir adelante”. 

 

Uno de los hijos de Nakary con su cicla por una de las calles cerca de su casa. Foto: Save the Children

 

El dibujo

 

Como Nakari y algunos de sus hijos forman parte de los proyectos de Save the Children en Bogotá, un día el hijo mayor, les hizo un dibujo del negocio de su madre. 
 

 

Sus metas

 

 

El camino sigue y “sí se puede”
 

Ahora Nakari, a parte de trabajar en su carrito, es gestora comunitaria de un grupo de ahorro que acompaña el proyecto Venesperanza. Vive en una casa donde tiene una habitación para ella y otra para sus hijos, y quiere seguir ahorrando. “Yo sabía (el dinero) que tenía que guardar, pero no con exactitud como vimos en los talleres para hacer el emprendimiento (…) Y ahora ya sé que sí podemos ahorrar más”, explica. 

Nakari también comenta que no solamente ha recibido un apoyo económico: “(Una gana) comunidad y seguridad con uno mismo, así como yo al principio me sentía tan desamparada… pero con esa seguridad que le hacen sentir a una, que una no está sola… que hay alguien ahí no solo económicamente, sino también psicológicamente, una siente: no estoy sola, y si puede”. 

Finalmente, Nakari quiere mandar un mensaje a otras mujeres que se han encontrardo en su situación: “Madres venezolanas que están por ahí… ustedes tienen que luchar por sus hijos aquí en este país. Yo al principio pensaba que no podía, pero sí se puede”. 

 

Nakary abrazando a su hijo, al lado del carrito. Foto: Save the Children

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